• Escasez de prisiones en todo el territorio nacional que conlleva a un cumplimiento de condena alejado del entorno.
• Ubicación en centros penitenciarios mixtos para evitar el desarraigo, lo que obliga a reunir todas las mujeres en un mismo modulo, disminuyendo así las posibilidades de clasificación y distribución por problemáticas.
• Dificultad de acceso a ciertos programas educativos y terapéuticos por la convivencia en espacios mixtos que reactualizan violencias machistas vividas.
• Falta de recursos para internas madres y de profesionales específicos, como ginecología.
• Propuestas para la reinserción o para medidas penales alternativas estereotipadas por el género: trabajos de limpieza, de cuidado, etc.

Realidades que multiplican las barreras causadas por el género para las mujeres que presentan además conductas adictivas:

• Múltiples estigmas y consecuencias que generan miedo a verbalizar sus problemáticas adictivas y pedir ayuda.
• Normalización de estos estigmas y del castigo, con consecuencias en la autoestima y el auto concepto: impacto en la percepción de posibilidades, de roles a nivel personal, social, familiar; dificultad para detectar nuevas situaciones de violencias vividas.
• Expectativas sociales que dificultan el ejercicio de roles familiares y sociales, y falta o pérdida del soporte emocional externo.

Como respuesta a estas discriminaciones, el sector social apuesta por la formación de profesionales y por aumentar medios para trabajar con y desde las variables por género.

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